Punctum

Barthes señala dos elementos en una fotografía: el studium y el punctum. El studium, tiene que ver con la cultura y el gusto. Puede interesarme una fotografía, incluso “a veces emocionarme, pero con una emoción impulsada racionalmente, por una cultura moral y política”. “Muchas fotografías permanecen inertes bajo mi mirada. Pero incluso entre aquellas que poseen alguna clase de existencia ante mis ojos, la mayoría tan solo provocan un interés general (…) . Me complacen o no pero no me marcan”. “La fotografía puede gritar pero nunca herir”. “No hay ningún punctum”.
El punctum de una fotografia –señala Barthes– “es ese azar que en ella me despunta”. “Surge de la escena como una flecha que viene a clavarse”. El punctum “puede llenar toda la foto” (....) aunque “muy a menudo sólo es una detalle” que deviene algo proustiano: es algo íntimo y a menudo innombrable

Apuntes de Roland Barthes

La fotografía entendida como un objeto de duelo. Papel de la fotografía como “testimonio”, como “trámite tanatológico” que me permite un día ver “lo que ha sido”. El fotógrafo es como un taxidermista. La fotografia como rito de la muerte en sustitución de los religiosos. Quizás plasmando un momento que sabemos nunca se repetirá –en realidad el acto de fotografiar es como una pequeña muerte- en cierta forma queremos así conservar la vida

Reflexiones sobre el propio retrato: dificultad de que una imagen que es única, inmóvil, refleje el yo, siempre múltiple y cambiante.
Un buen retrato es el que consigue mostrar esa esencia.
“Cuando me contemplo en una fotografía es como si me desdoblara, como si fuera otro”. La fotografía es el advenimiento de uno mismo como si fuera otro, una rebuscada disociación de la consciencia de identidad.
El mítico tema del doble acaba con la llegada de la fotografía. El ligero malestar que sentimos cuando nos contemplamos en una fotografía es la herencia de este mito.
En el retrato hay cuatro campos de fuerza; delante del objetivo yo soy, al mismo tiempo: aquel que soy, el que desearía hacer creer que soy, el que el fotógrafo cree que soy y aquel que hace surgir para exhibir su arte.
Sensación de impostura e inautenticidad ante el retrato. “No ceso de imitarme a mi mismo”.
El retrato me desapropia de mi mismo y me convierte en objeto en las manos de otros.

“Studium”: significado universal de una fotografía. Todos pueden hablar del tema ya que se trata de valores conocidos por todos.
“Punctum”: significado personal, cuando una foto “me conmueve y me dice algo muy íntimo y particular. A menudo el que lo provoca es un detalle anodino de la fotografía.
Idea un tanto proustiana del “punctum”, en el sentido de que difícilmente puede venir de un examen a fondo; necesita cierta latencia…

La fotografía no debe tener, necesariamente, un significado, ni llevar implicito un discurso. Hay fotografías que son como un “haiku”, en el sentido de que es una manifestación que no va más allá de si misma, no provoca deseo ni desencadena ningún discurso retórico.
“Lo que puedo nombrar no puede realmente conmoverme”.

Reflexión sobre como a menudo el recuerdo te aporta una información y más detalles que la visión directa; es como si la mirada directa fuera un estímulo excesivo y la mente necesitara, en cierta manera, “apartarse” un poco para poder elaborar el sentido de las cosas.
Para ver bien una fotografía es necesario cerrar los ojos.
“La condición previa de la imagen es la vista” –le decían a Kafka- y Kafka respondía: “fotografiamos cosas para ahuyentarlas de la mente”
“La fotografía debe ser silenciosa. Hay fotografías que gritan; no me complacen. Y no es una cuestión de discreción sino de música”. La fotografía me conmueve cuando logro salvarla del parloteo habitual. No decir nada; cerrar los ojos dejando que el detalle remonte solo hasta la consciencia afectiva.
Reflexión sobre como a menudo la fotografía no permite captar la esencia de alguien y la “desesperación” que esto provoca. Solo la sentimos como fragmentada, como algo que se aproxima pero que no es completamente. Algo parecido ocurre cuando soñamos, que sentimos aquella presencia sin conseguir “aprehenderla” del todo. Como en el amor, como en los sueños…y se pregunta: cuando soñamos: ¿vemos o sabemos?
¿Qué es lo que hace que un retrato muestre la esencia íntima?

La fotografía es literalmente una emanación del referente. De un cuerpo real, que estaba allí, han surgido unas emanaciones que vienen a impresionarme, como la luz diferida de una estrella. Una especie de cordón umbilical une el cuerpo de la cosa fotografiada con nuestra mirada: la luz, aunque impalpable, es aquí un medio carnal, una piel que compartimos con el que ha sido fotografiado.
Y si la fotografía perteneciera a un mundo que fuera aún sensible a los mitos, por fuerza exultariamos ante la fuerza del símbolo: el cuerpo amado es inmortalizado por mediación de un metal precioso, la plata (símbolo de monumento y lujo). A lo que podríamos añadir que este metal, como todos los metales de la alquimia, está vivo.

Quizás es porque me encanta (o me entristece) saber que un objeto de otro tiempo tocó realmente con sus luminiscencias la superficie que hoy toca mi mirada, que no me gusta demasiado el color.
Siempre me ha parecido que, de la misma manera, en toda fotografía el color es una capa que se extiende con posterioridad sobre la verdad original del blanco y negro. Para mi el color es un postizo, un colorete como el que se utiliza para maquillar a los cadáveres.
Es el advenimiento de la fotografía el que constituye un punto de inflexión en la historia del mundo. Es el testimonio fidedigno de que algo ha sido realidad.